Los Que Desafiaron a las Cataratas del Niagara

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Referencias recopiladas y extractadas por Damian Barrios

Cuando éramos jóvenes, en los fines de semana largos, acostumbrábamos a viajar hacia el norte, visitando las partes de Canadá más cercanas a nuestro lugar de residencia en Long Island, New York. Uno de nuestros lugares preferidos eran las Cataratas del Niágara y sus alrededores.

Había un lugar cerca de las Cataratas donde se exhibían varios de los artefactos que usaron los que se atrevieron a lanzarse en ellos por las Cataratas.

En 1901, en el día de su 63 cumpleaños, la señora Annie Edson Taylor, viuda y maestra de escuela, se lanzó por las cataratas dentro de un barril. Sobrevivió a la caída de 52 metros desde la “Herradura del Caballo” (Horseshoe Falls) y se convirtió en la primera de una larga lista de temerarios que desafiaron a la imponente caída de agua. La explicación que ella dió fue de que estaba harta de su trabajo de maestra y pensó que el salto  podría darle algo de fama y fortuna. La señora Taylor malvivió durante algunos años con el magro dinero que sacaba por posar para fotografías de ella junto al barril y murió en la más absoluta pobreza.

En 1911, Bobby Leach se convirtió en la segunda persona en lanzarse en el interior de un barril cataratas abajo. Luego de lo cual el señor Leach se pasó mas de seis meses en un hospital recuperándose de las graves fracturas sufridas. Tras una vida llena de aventuras y desafíos temerarios, Leach moriría años más tarde por las heridas producidas tras resbalar con una cáscara de naranja.

En 1928 Joseph Lussier se arrojó con éxito a las Cataratas en un gomón de 6 pies de diámetro forrada con tubos de oxigeno. Luego de su hazaña se dedicó a vender pedacitos del artefacto a los turistas. Cuando esto se agotó les vendía pedacitos de neumáticos usados.

En 1930, George Stathakis, se lanzó por las cataratas en el interior de un resistente barril construido por él mismo. Llevaba una reserva de oxígeno suficiente para ocho horas, pero el barril quedó atrapado tras una cortina de agua sin posibilidad de flotar hacia el río. Veintidós horas después, un equipo de rescate localizó y abrió el barril encontrando su cuerpo sin vida.   En el interior también estaba una vieja tortuga de más de cien años que sobrevivió al intento de su dueño.

En 1931, William “Red” Hill, un taxista de la zona, se lanzaba por los rápidos a bordo del mismo barril que había utilizado Stathakis y sobrevivía. Luego se dedicó a auxiliar a los que se aventuraban a desafiar a las cataratas y se metían en problemas. Fue considerado un héroe por esta arriesgada labor. A lo largo de su vida salvó a 28 personas de morir ahogadas y recuperó los cuerpos de 177 fallecidos por accidentes o suicidios.

william Red Hill

En otros casos notables y trágicos: En 1990 Jessie Sharp, un muchacho de 28 años saltó a bordo de su kayak sobre las cataratas desprovisto de casco o chaleco salvavidas. No sobrevivió y su cuerpo nunca fué recuperado.

En 1995, Robert Overacker, de 39 años, vino a las cataratas con la intención de lanzarse con una moto de agua y saltar de la misma con un paracaídas propulsado. Lo hizo, pero el paracaídas no funcionó. Su cuerpo fue recuperado río abajo, por un barco con turistas.

Un dato curioso: Kirk Jones fue la única persona que se arrojó a las cataratas vestido en ropa de calle sin intenciones de suicidarse. Jones que había estado bebiendo con sus amigos, saltó a las Cataratas sin ninguna protección, resultando ileso salvo por algunas magulladuras que se produjo al golpear contra el lecho del río.

Estas personas nombradas aqui no han sido los únicos en saltar, por supuesto. Más de 5.000 personas se suicidaron en la zona desde 1850, año en el que se tiene el primer registro.

En el año 2012,  Nik Wallenda, el hombre que cruzó haciendo equilibrio sobre el Gran Cañón del Colorado, miembro de la séptima generación de los Flying (Voladores) Wallendas, una familia de acróbatas, cruzó caminando sobre una cuerda floja de 457 metros de longitud y de 5 cm. de grosor, sobre las Cataratas Horseshoe Falls.

nick wallenda

Saliendo de las Cataratas visitábamos también entre otros interesantes lugares, el parque estatal Whirlpool, cuyo centro de atracción es un gran remolino, aguas abajo de las Cataratas. El rio Niágara, que corre a lo largo de la frontera entre Canadá y Estados Unidos, en ese punto, donde un desfiladero le cierra el paso, obligándolo a girar bruscamente, se forma un gran remolino que se puede observar desde la costa o montado en un antiguo funicular o Trasbordador Aéreo llamado The Spanish Aerocar. El viaje de ida y vuelta es de menos de un kilómetro, a una altura máxima de 61 metros y con una capacidad de 35 pasajeros. El Spanish Aerocar que fue construido en el año 1923 por la compañía española The Niagara Aerocar Co. Limited, está suspendido por seis cables y ofrece una vista impresionante del gran remolino y sus rápidos.

El torbellino gira naturalmente en un movimiento en sentido contrario a las agujas del reloj durante el flujo normal. Pero cuando las centrales hidroeléctricas instaladas en las proximidades requieren más agua del río, el flujo de la corriente se invierte.

 

Un poco más adelante visitábamos un pueblito llamado Niagara-on-the-Lake, a las orillas del lago Ontario, en la boca del río  Niágara. Es conocido por sus bodegas y en el verano es sede del Shaw Festival, una importante serie de producciones teatrales.

La antigua ciudad que está llena de flores y prolijamente arbolada, aún tiene edificios del siglo XIX muy bien conservados, principalmente a lo largo de Queen Street. Cerca del río se encuentra el Fort George que fue construído por los ingleses para defenderse de los ataques estadounidenses en los tiempos de los conflictos bélicos por la posesión de esos territorios.

Tiene la particularidad de sus costumbres muy británicas: carruajes antiguos de color blanco en las calles, porteros de hoteles pulcramente uniformados, su manera de hablar, etc.

La ruta entre Niágara Falls y este pueblito es muy pintoresca. En tramos se puede ver el rio corriendo con fuerza encajonado entre las laderas rocosas de la ribera, ardillas negras por el césped de las grandes casonas, granjas con ´´stands´´ a la vera del camino en los que se puede comprar y consumir, frutas, quesos, miel, vegetales, etc.

Paramos en uno que ofrecía una gran variedad de frutas. Degustamos varios muy  ricos duraznos, para continuar después nuestro camino.

Recorrimos el centro del  pueblo luego de observar las actividades acuáticas y la majestuosidad del paisaje en la confluencia del rio y el gran lago.

Cuando decidimos volver a nuestro hotel en Niágara Falls los duraznos consumidos en el camino comenzaron a hacer de las suyas en mi estómago y se me dió por ir al baño con cierta urgencia, de manera que estacioné casi a las puertas de un restaurant-café para buscar el baño. Y a pesar de que este estaba impecablemente limpio, puse abundante papel higiénico todo alrededor antes de sentarme en el inodoro. Cuando salía a la calle, apresuradamente, porque pensé que tendría problemas con el auto mal estacionado, el portero, de impecable uniforme, muy cortésmente me hizo saber (en un inglés bien británico) que no había problema con el estacionamiento, pero me quería hacer saber que tenía una tira de papel higiénico flameando en mi trasero.

Nos reímos todo el camino hasta que ya bajando las sombras de la noche desde una parte elevada de la ruta veíamos en la distancia las luces de la ciudad de Niagara Falls y del puente internacional que une a Estados Unidos y Canada por sobre el rio Niagara y las Cataratas.     Fin.

 

 

 

 

 

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@damianbarrios


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